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miércoles, 21 de agosto de 2013

¿Reflexionará el gabinete económico algún día?

Entre los objetivos que se plantearon con la política de control de cambios figuran frenar la fuga de capitales, lograr la estabilidad de la moneda y aumentar las exportaciones para asegurar un creciente nivel de reservas internacionales. Después de diez años, las exportaciones petroleras se recuperaron y el país recibió los ingresos más altos en toda su historia. Sin embargo, y así lo demuestran los propios datos del BCV, ninguno de los demás objetivos se cumplió: 
- La fuga de capitales se mantiene y afecta el nivel de reservas internacionales. 
- Se recrudecen las presiones inflacionarias que erosionan los salarios. 
- El anclaje estimula importaciones que desplazan la producción nacional. 
- La sobrevaluación castiga la competitividad de las exportaciones no petroleras. 
Según sean los objetivos de la política económica, la política cambiaria se concreta en el nivel del precio que se fija a la divisa. La tasa de cambio repercute sobre los costos de los productos importados, los flujos de inversión nacional y extranjera, el comportamiento del PIB, la remuneración en bolívares de los exportadores, el nivel de reservas internacionales, etc. Es una competencia compartida entre el BCV y el Ministerio de Finanzas que se materializa a través de los convenios cambiarios. Mientras que el régimen cambiario se refiere a la coordinación, administración, control y establecimiento de requisitos, procedimientos y restricciones para tener acceso a las divisas. Es una competencia de Cadivi, que la ejecuta a través de las providencias. En la práctica no siempre es fácil diferenciar cuándo las decisiones en materia de política cambiaria permanecen en los marcos de las viejas reglas del régimen cambiario o, por el contrario, implican una nueva regla de actuación. Un ejemplo concreto lo encontramos en las subastas del Sicad, modalidad que plantea un nuevo régimen (procedimiento para tener acceso a las divisas) que repercute en la decisión de política cambiaria (precio de la divisa). Cuando falla el régimen cambiario (liquidación transparente, oportuna y suficiente de divisas) los objetivos de la política cambiaria se ven afectados. Si las nuevas autoridades del BCV y Cadivi logran perfeccionar el régimen cambiario, contribuirán a resolver los problemas que dificultan el acceso a las divisas y a despejar la incertidumbre sobre la tasa de cambio futura. De esta forma se aliviarán las presiones sobre el mercado de divisas y tenderán a converger la tasa oficial y el paralelo.
Al priorizar la lucha contra la inflación, la política cambiaria optó por el anclaje cambiario, bajo el supuesto de que así se abarataría el componente importado. Pero los hechos han demostrado que la rigidez cambiaria no es garantía de estabilidad de precios si la misma no va a acompañada de disciplina fiscal, monetaria y financiera. En un contexto de abundante liquidez, pero con tasas de interés por debajo de la inflación, los agentes económicos prefieren proteger el poder de compra de sus ahorros comprando divisas, lo cual genera una fuerte demanda de dólares escasos que amplía la brecha entre la tasa oficial y el dólar paralelo. Ante el incumplimiento de la meta de inflación para el año 2013, la prioridad debe ser asegurar el crecimiento del PIB y diversificar las exportaciones, para lo cual es imprescindible una tasa de cambio que exprese la verdadera productividad del sector transable. Se trata de utilizar la política cambiaria como un instrumento para transformar la economía rentista e importadora en un nuevo modelo productivo exportador.
La nueva política cambiaria se puede diseñar a la luz del criterio con el que se aplica el arancel. Como se sabe, cuando el objetivo es estimular y proteger el valor agregado nacional, el arancel suele ser alto para los productos de consumo final, medio para la importación de maquinarias y equipos, y bajo para las materias primas que serán transformadas por la industria nacional. Mientras mayor sea el grado de manufactura del producto a importar, mayor será la tasa de cambio que se aplique. Así se desestimula la importación de productos con mayor grado de industrialización, favoreciendo su producción nacional, lo cual se traduce en un ahorro de divisas. A diferencia del anclaje cambiario o de un régimen de libre flotación que con seguridad dispararía una hiperinflación, el sistema de bandas permitiría aproximarse gradualmente a una tasa de cambio que exprese la verdadera productividad industrial, sin renunciar al objetivo de estabilizar los precios. El límite mínimo y máximo de la banda podrían surgir de las subastas del Sicad. En lugar de convocar a fabricantes e importadores de un mismo sector por un cupo limitado, las subastas deberían priorizar las actividades que sustituyan importaciones y diversifiquen la oferta exportable. Así, las divisas que requiere el desarrollo agrícola e industrial serían adjudicadas en subasta aparte, a las posturas más cercanas a la tasa oficial; mientras que las divisas para la importación de bienes de consumo final serían adjudicadas en otra subasta, a la mejor oferta por encima de la tasa oficial. En un sistema de bandas el tipo de cambio puede variar dentro de límites previamente determinados, sin caer en una volatilidad descontrolada que obligue a renunciar al objetivo de estabilizar los precios. Fuente: EMEN.

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